Aquella mujer (Poema)

Antiguamente, hubo una época de juventud que escribía poemas y canciones, de hecho, me hubiese gustado haber sido cantautor, creo que ya lo comenté en otra ocasión pero los estudios y luego el trabajo absorbieron ese sueño deseado. Guardaba una libreta con poemas y canciones que escribía de joven, pero en un traslado de casa viviendo con mis padres, la famosa libreta desapareció. Lógicamente de todo lo allí escrito no lo recuerdo, aunque tengo ligeros matices de algunos poemas y canciones.

El poema de hoy es un poema escrito en aquella época, pero lógicamente escrito en la actualidad, con aquel ligero recuerdo de todo cuanto llegó a acontecer. Probablemente, no coincida ni tan solo uno de sus versos con los que escribí en aquella época, pero todo el poema actual está basado sobre aquel bello momento vivido de juventud, uno de tantos. 

Imgen de la red.

No, no eras mujer de engaño

fuiste nuestra sex symbol de los sesenta.

Con no más de catorce o quince años

pero con la picaresca de antaño.

En aquella plaza,

nuestro fútbol y vida se paraba

y también la de aquellos que,

en aquel kiosco
tras levantar acta

con cerveza y a la fresca

jugaban, su partida de cartas.

En tu figura,

se concentraban todas las miradas

imposible pasar desapercibida,
tu belleza y tus veinte y pocos años,

tu esbelta y bella silueta,

y tu metro ochenta y tantos,

dabas como resultado para la época

una mujer, de exquisita belleza.

Un tenue velo negro

descansaba sobre tus hombros

cubriendo tu media espalda.

Jamás nadie se atrevió

ni a mediar palabra y,

mucho menos piropearte,

gesto muy de la época

y bien llamado arte.

Cruzando aquella plaza

los relojes marcaban

casi las siete de la tarde

y como siempre,

aquel repicar de campanas

anunciaban tu misa,

la misa de las siete.

Y yo, patena en mano  (1)
retomé mi época
de antiguo cantor y escolano  (2)
tu fiel caballero y escudero
por diestro y cercano.

La canasta de ofrendas  (3)
fue mi reclamo
entre sonrisas y miradas,
intercambio de poemas y canciones
deslizaba entre tus manos.
Fueron felices
aquellas tardes de verano.

En aquel confesionario

del Padre amigo
se había echado el telón,
pues no era mi intención
la de acudir, a otra función.

(1) Patena: pequeño platillo metálico que, colocaba antiguamente el monaguillo bajo la barbilla de la persona que tomaba la comunión para no perder ningún posible resto de la hostia consagrada que pudiera caer al suelo.

(2) Escolano: monaguillo, sacristán, niño que canta en el coro de alguna iglesia. 

(3) Canasta de ofrendas: pequeña canasta que se pasaba a mitad de misa para recolectar pequeñas donaciones de los fieles allí presentes. Muchas veces la pasaba el propio monaguillo aprovechando algún corto sermón del cura (sacerdote) que oficiaba la misa.

Juan Tarrero Sarabia