Aquel vuelo de un adiós (poema)

 

Instantánea de la red.

En una calurosa mañana de verano

              esculpía tu silueta con mis labios               

navegando por los poros de tu piel

descubriendo los entresijos de tu cuerpo 

arribando a puerto, como buen timonel. 

Tu mirada: 

siempre complaciente, 

ardiente y seductora.

Mi mano:

entrelazada a tu pelo,

jugaba a deshacer ese rubio tirabuzón

regresando siempre,

a su eterna posición.

En aquel intercambio mutuo

fueron hechos más que palabras

los que sellaron nuestro amor.

Mientras, aquel viejo reloj de pared

como preludio de un adiós

continuó con su castigo a nuestro ardor

convirtiendo horas a minutos

como extraño y mágico creador.

Aquel vuelo, cuatro, cinco, ocho, dos

—destino Bruselas—

disipó todo nuestro amor

cuan golondrina abandona nido

en busca de otro calor.

Después de una trágica noche

de sueños recurrentes

ya despierto, amaneció un día

templado y radiante de sol,

me incorporé,

y en tu lado de almohada estaba;

aquel rubio mechón,

—de tirabuzón—

Juan Tarrero Sarabia

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